Empecé el
2013 con una mudanza más, ahora vivo en una kommunalka, en el centro de San Petersburgo. Uso la palabra rusa porque es imposible encontrar un equivalente
en español, la más cercana sería comuna, pero sin explicaciones no se
entendería el significado.
Es una especie de departamento compartido,
pero con algunas curiosidades que vale la pena contar. En principio, cada pieza
es autónoma, con su cerradura y medidor de luz. Por ejemplo, cuando uso el
lavarropas, que está en el baño, tengo que usar un alargador que atraviesa todo
el departamento y lo enchufo en mi pieza, porque en el baño no hay enchufe.
Alquilé la
habitación de 20 m2 en pleno centro de San Petersburgo, a 10 minutos a pie de
Nevsky prospect, la majestuosa avenida principal de la ciudad. Pago 10.000
rublos por mes (unos 250 euros) más unas chirolas de luz y gas, y comparto baño
y cocina con cuatro personas más (cada uno alquila una pieza).
Otro dato sorprendente es que cada pieza puede
tener un dueño diferente. Si yo quisiera comprar la habitación que alquilo, me
costaría alrededor de 30.000 euros. No necesito ninguna autorización de los
otros propietarios. Este tipo de departamentos no tienen living ni ningún
espacio de recreación, sólo un pasillo, los cuartos alquilados, el baño y la
cocina. El mobiliario suele ser viejo, pero he visto algunos lugares con hermosos
muebles de la época zarista, supongo que milagrosamente rescatados y
conservados a través de las décadas.
Históricamente,
en cada habitación de una kommunalka vivía una familia. Poco a poco se ha ido
reduciendo el número de familias que viven en una misma pieza, pero incluso
hoy, la cifra es considerable, especialmente en las dos ciudades más grandes de
Rusia, Moscú y San Petersburgo. En Moscú quedan alrededor de 20.000 departamentos
de este tipo, y acá en San Petersburgo unos 100.000, con alrededor de 700.000
personas viviendo en ellos, o sea, el 15 por ciento de la población de la
ciudad. El mismísimo presidente Putin creció en una kommunalka, y si bien dijo
que quería erradicar ese tipo de viviendas de su ciudad natal, lejos está de
lograrlo; hasta el 2005, el 70 por ciento de los edificios de San Petersburgo eran
kommunalkas.
Familia en una kommunalka, ¡con perro y todo!
En los
tiempos de la Unión Soviética, en un departamento como en el que vivo, de cinco
habitaciones, a una media de cuatro integrantes por familia, significaba que
unas 20 personas tenían que compartir baño y cocina. Eso obligaba a tener en la
vivienda un estricto sistema de espacios y horarios, cada familia sabía a qué
hora podía ducharse, cocinar, etc. Si a esto se le suma la diversidad social y
cultural de los vecinos, no es difícil imaginarse la cantidad de conflictos que
existían en la vida cotidiana. Las discusiones entre familias siempre derivaban
en un empeoramiento de la calidad de vida. Son varios los casos de kommunalkas
sin iluminación en los pasillos, porque en tiempos de vacas flacas, un derroche
de electricidad terminaba en una discusión (salvando las distancias, un
problema parecido al de algunos PH en Buenos Aires, donde por no pagar expensas
las entradas son un desastre). O sea que por las noches, para recorrer los 10
metros hasta el baño a través del pasillo, era habitual alumbrarse el camino con
una linterna o vela.
El pasillo, único espacio común, aparte de la cocina y el baño...
Las
consecuencias de crecer en este tipo de viviendas son tema de estudio de
psicólogos y sociólogos, pero suelen citarse casos de niños que maduraron
rápidamente y se volvieron autoritarios debido a sus infancias truncadas, y chicas
que se hicieron señoritas antes de tiempo con el afán de cambiar de hábitat lo
antes posible.
Por otra
parte, hay un aspecto que me parece que no está muy estudiado, y es el de la
obsesión de los rusos por tener una dacha,
una casa de campo en las afueras de la ciudad. Más allá de la pasión de los
rusos por la naturaleza, creo que el hecho podría estar vinculado con la
búsqueda de paz tras décadas de falta de intimidad.
Origen
Los
departamentos (generalmente en edificios de cuatro o cinco pisos, y raras veces
con ascensor) usados como kommunalkas forman parte de dos períodos diferentes
en la historia de Rusia. La mayoría de las construcciones tiene alrededor de
150 años, y algunos están en un estado calamitoso. Eso sí, muchos de ellos en
pleno centro.
Esta tiene ascensor, un lujo, generalmente no hay.
Después de
la revolución de 1917, gran cantidad de viviendas quedaron vacías por la
emigración de familias pro zaristas que abandonaron todo escapando de los “Rojos”, y otras tantas del hambre. Pero
una década más tarde, el régimen comunista decidió usar esas viviendas
imponiendo el sistema de kommunalkas como política de Estado, debido a la
crisis habitacional que empezó en Rusia en los años 30 a causa de las
colectivizaciones agrarias stalinistas (nacionalización de tierras, o abolición
de la propiedad privada, como se lo quiera llamar), cuando se produjo una huida
descontrolada y caótica desde zonas rurales hacia las grandes urbes. Pero la
idea de “comuna” también responde, obviamente, a la doctrina igualitaria del
comunismo, como un espacio de destrucción de las condiciones de vida burguesas.
Un departamento de, por ejemplo, cuatro habitaciones para una sola familia, era
considerado una inconsistencia. Los casos de revanchismo estaban a la orden del
día, los obreros recién llegados a la ciudad recibían las mejores habitaciones,
y los ex dueños eran confinados a vivir en cuartos de servicio.
Las condiciones
de hacinamiento tarde o temprano generaban tensiones y discusiones entre
vecinos e incluso entre miembros de una misma familia, que eran aprovechadas
por los servicios de Inteligencia del stalinismo; las delaciones eran
frecuentes, y un comentario fuera de lugar en voz alta podía costarle la vida a
alguien.
Las cocinas suelen tener muebles que habitualmente son piezas de museo.
El poeta ruso Joseph Brodsky, ganador del premio Nobel
en 1987, pasó su infancia en una kommunalka, y escribió: “A pesar de todos los aspectos
despreciables de este modo de existencia, un departamento comunal también tiene
su lado redentor. Se descubren los valores básicos de la vida, y se desnudan
todas las ilusiones sobre la naturaleza humana".
Hay algunos pocos que piensan que la vida en una
kommunalka era un buen aprendizaje, no son muchos, pero los hay, quizás en un
porcentaje similar al de argentinos que sostienen que la colimba era una buena
escuela.
El tema de las kommunalkas fue llevado al cine un par
de veces, acá está el tráiler de la última película que se hizo, dirigida por Françoise Huguier:
http://www.youtube.com/watch?v=UTah7tf2iUs