miércoles, 28 de agosto de 2013

Trepar a los techos, una pasión rusa

Las noches blancas, el Museo Hermitage, las catedrales impresionantes (especialmente la de San Isaac, la que más me gusta), la majestuosidad de la avenida Nevski,  las calles y lugares que transitaban Raskolnikov o el Príncipe Mishkin en las páginas de Dostoevski, el espectáculo de los puentes levadizos sobre el río Neva, todo eso está al alcance de los ojos del turista que visita San Petersburgo. Pero como siempre ocurre, cada lugar tiene sus secretos y costumbres, y una cosa es pasar un par de días, y otra es quedarse a vivir.

Puente levadizo sobre el Neva.


Hace unos días, descubrí un curioso hobby de los rusos. A la salida de un bar, a las 5 de la mañana, unos amigos me invitaron a hacer roofing (del inglés roof, techo), una actividad que consiste en subirse a los techos a cualquier hora y en cualquier lugar, ya sea para tomar un vino, para sacar fotos o simplemente para contemplar la ciudad en silencio, a varios metros de altura. A falta de montañas, buenos son los techos.

"Roofeando".


Que yo sepa, esto sólo se hace en las ciudades grandes rusas, especialmente en San Petersburgo y en menor medida en Moscú, aunque leí que poco a poco el roofing gana adeptos en Ucrania y Bielorrusia.

Como hay muchos edificios cuyas puertas de entrada no tienen llave, es bastante fácil entrar y subir los cuatro o cinco pisos por escalera hasta un ático (no confundir con el ático habitado), para, desde ahí, alcanzar el techo. Lejos de la paranoia causada por la inseguridad en ciudades grandes de algunas partes del mundo, en Rusia a nadie le importa quién sube o baja por las escaleras de un lugar que ni siquiera tiene cerrada con llave la puerta de calle. 

Esto también obedece a razones prácticas, ya que lo que yo llamo puerta, son más bien grandes portones (hay muchas entradas con forma de arcos) que comunican a un patio, donde hay tres o cuatro edificios, que muchas veces también tienen la puerta siempre abierta.



Los roofers suelen ser adolescentes o estudiantes universitarios, se organizan en páginas de internet, y los más experimentados saben cómo llegar a los lugares más inaccesibles, incluso a veces recurriendo a tubos de desagüe.

El monumento a Pedro el Grande en Moscú tampoco se salvó de los roofers.

Un puente en Moscú.



Después están, principalmente en Moscú, los que se aburrieron de los techos y buscan más adrenalina, son los que se trepan a cúpulas de catedrales, a grúas, a monumentos y puentes, lugares de los que, a veces, al bajar, se va directo a un calabozo.

En este vídeo se puede ver un ejemplo de roofing en San Petersburgo: 

  

viernes, 2 de agosto de 2013

Odessa, una hermosa ciudad con una extraña forma de pagar el boleto del colectivo

Llevo un par de semanas en Ucrania, país interesante que poco a poco intenta alejarse de Rusia y acercarse a Europa.  Ardua tarea. Casi todo el mundo habla ruso, y aunque una ley declaró al ucraniano idioma oficial hace un año, muy pocos están dispuestos a privar a sus hijos del aprendizaje del ruso, un idioma fundamental en la región. Como si eso fuera poco, el ruso y el ucraniano son muy similares, una persona que sabe ruso entiende sin problemas un 80 por ciento de ucraniano.

Un dato llamativo de Ucrania, donde se ven muchas familias con hijos, es que las estadísticas dicen que debido al alcoholismo y al tabaco, la tasa de mortalidad supera a la de natalidad.
El país es muy seguro, pero difícil para quienes no hablan ruso. Los precios son razonables para turistas y carísimos para los ucranianos. Mucha gente no gana más de 250 euros por mes,  un sueldo que equivale a 200 litros de leche. Los alquileres son caros y es bastante común no solamente compartir departamento, sino también habitación.

Ahora estoy en Odessa, hermosa ciudad de algo más de un millón de habitantes a orillas del Mar Negro, repleta de turistas rusos en verano, famosa por la escalinata que todo amante del cine habrá visto alguna vez en El acorazado Potemkin , o al menos la célebre escena del coche de bebé rodando escaleras abajo, que aparece en varias películas.


La famosa escalinata de Odessa.


Lo primero que hice cuando llegué a Odessa fue visitar el puerto, un lugar legendario del que partieron miles de inmigrantes rumbo a América, entre ellos algunos de mis ancestros. La ciudad tiene un clima privilegiado, con casi 300 días de sol por año, por eso no extraña que unos cuantos extranjeros estén invirtiendo en propiedades. La palabra нотариус (escribano) aparece por doquier en la ciudad. Las condiciones impositivas son muy atractivas y el metro cuadrado en un departamento céntrico apenas supera los 1.000 dólares.

Puerto de Odessa.




El transporte público (pintorescos tranvías, trolebuses y marshutkas, -especie de minibuses muy comunes en Rusia y ex repúblicas de la URSS-)  funciona aceptablemente, con boletos que cuestan entre 15 y 25 centavos de dólar.  Lo curioso de las marshutkas es el sistema de pago, ya que solamente se abona el viaje antes de bajar. Como los minibuses suelen ir abarrotados de gente, los pasajeros que están en la parte trasera, a la hora de pagar, no pueden llegar hasta el conductor (que maneja y cobra), así que la costumbre es que los pasajeros vayan pasando las dos grivnas con cincuenta, con un mensaje que se transmite de boca en boca para indicar el nombre de la parada donde piensa bajar por la puerta trasera. Muchas veces el chofer tiene que darles vuelto, así que se repite el proceso en recorrido inverso con los billetes que pasan de mano en mano. Creo que nadie se baja sin pagar, cosa que resultaría bastante fácil.
A ningún pasajero le dan boleto. Esta quizás sea, desde un punto de vista impositivo, la razón del extraño sistema, ya que no queda ningún registro de la cantidad de gente transportada.   

Tranvía de Odessa.

En los tranvías y trolebuses, el sistema es distinto. Aparte del que maneja (generalmente mujeres) siempre hay un “cobrador”. Curiosamente, y debido a esos inexplicables desvaríos de los idiomas, la palabra rusa para esta función es  кондуктор -conductor-, que en este caso no conduce, sólo se limita a cobrar. Casi todas las personas que hacen este trabajo son mujeres mayores, que a veces parecen jubiladas, trabajo duro en las horas pico, ya que deben desplazarse constantemente para ir cobrándoles a los pasajeros recién ascendidos.


lunes, 13 de mayo de 2013

Armenia, tierra de monasterios y buena gente


¡Nalbandian! , me dijo el taxista que me llevó al centro de Ereván desde el aeropuerto. Por primera vez escuché a alguien nombrar a un tenista antes que a Maradona o Messi tras decir mi nacionalidad.  Aparte de ser un típico apellido armenio, se nota que fue una familia importante, porque una de las principales avenidas de la capital se llama Nalbandyan.






El taxista se alegró cuando le dije que en Argentina la comunidad armenia tiene su equipo de fútbol, pero cuando le aclaré que el Deportivo Armenio juega en la tercera categoría se desilusionó un poco. A mí me quedó el recuerdo de un gran equipo a fines de los 80, de ascensos maratónicos hasta llegar a Primera, incluso recuerdo que el último partido de Gatti en Boca fue contra Armenio. La memoria boquense lo registra porque en aquel partido Gatti, que ya tenía 43 o 44 años, hizo una de las suyas, calculó mal, se la llevó Maciel y Boca perdió 1 a 0. Después, Pastoriza lo colgó. Nacía la era del Mono Navarro Montoya.

Hablando de fútbol, en el hostel de Ereván conocí a un mochilero inglés fanático de Messi, había estado en el Líbano, donde le regalaron un mate y una bombilla, y me preguntó cómo se usaba. Nuestra infusión sigue conquistando el mundo.

Pocos compatriotas en esta parte del globo, el dueño del hostel me dijo que yo era el tercer argentino en tres años, los dos anteriores habían ido a dar clases de tango.

Interesante Armenia, idioma indescifrable, casi todos hablan ruso, pero inglés poco y nada.
Gente muy amable cuya hospitalidad rompe la barrera idiomática, amantes del ajedrez y del backgammon, buena comida, el mejor cognac del mundo, muy seguro en todas partes y a cualquier hora, precios muy accesibles, paisajes espectaculares, entre ellos el monte Ararat, donde se supone que se posó el Arca de Noé.


Armenios jugando al backgammon.


Cognac armenio.


Salvo que uno sea fanático de los monasterios, esparcidos por todo el país (algunos espectaculares), una semana es más que suficiente para llevarse una impresión de Amenia.
Ereván, con una interesante movida artística -especialmente galerías de arte- es una capital relativamente chica, con algo más de un millón de habitantes, casi un tercio del total del país. Pero según algunos historiadores, es la ciudad más antigua del mundo. El folleto informativo en inglés que regalan en el aeropuerto (plagado de errores ortográficos) , dice que Ereván es 29 años más antigua que Roma, un dato que no es moco de pavo.


Monasterio de Geghard, a 40 km de Ereván.

Es impresionante que la diáspora armenia (8 millones) casi triplique a la población del país. Muchos de estos armenios, que en distintas épocas tuvieron que abandonar su tierra, tratan de regresar e invertir en una economía en auge pero donde la mayoría de la gente gana 200 dólares por mes. El dinero proveniente de la diáspora prácticamente se ha convertido en el motor de la economía.

Genocidio armenio

Del genocidio armenio llevado a cabo por los turcos se habla poco (aunque cada vez más, porque en 2015 se cumplirán 100 años). Hay un museo, algunos monumentos y mucho dolor y resignación frente a la negativa de los turcos a reconocer la barbarie y pedir perdón. En cambio, sí se habla mucho de los problemas con Azerbaiyán, por la disputa de Nagorno-Karabaj (nombre que jamás había oído), una región enclavada en Azerbaiyán pero con mayoría de armenios. El conflicto lleva décadas, pero se acentuó cuando cayó la URSS. Entre 1991 y 1994  hubo una guerra que dejó 30.000 muertos, atrocidades y limpieza étnica por parte de los dos bandos. Finalmente, ganaron los armenios, que expulsaron a la minoría de azerbaiyanos, pero el enclave no puede ser conectado por tierra con Armenia y siguen las negociaciones, y los tiros, frecuentes en la frontera.  

jueves, 2 de mayo de 2013

Cafeterías donde se paga por minuto en Rusia


 Hace un tiempo me ofrecieron un trabajo en San Petersburgo, que consistía en ir de vez en cuando a un café céntrico, elegante, donde se suelen hacer exhibiciones o charlas literarias. La idea era presentarme como hablante nativo de español, anunciar mi presencia como si se tratara de un evento, una cosa tipo “Practicá tu español con Mauro V." y seguían un par de frases donde se elogiaban mi experiencia como profesor de español, mi visión del mundo por los viajes realizados, etc. Me iban a pagar un monto que dependía de la cantidad de gente que se acercara al “evento”. Después fue difícil concretarlo por la incompatibilidad de horarios, y me olvidé del tema. Pero hoy, leyendo un artículo en un diario ruso, me vino a la memoria esa historia, porque recordé que la chica que me había propuesto el trabajo me dijo que era un lugar donde las consumiciones eran gratuitas y la gente pagaba ¡por minuto! El dato me sorprendió y hasta pensé que entendí mal, y cuando me dijo lo que cobraban, supuse que había alguna trampa, o que me estaban dando una parte de la información y faltaba algo que le diera la viabilidad comercial a la idea. Mi primer pensamiento fue: no puede ser, porque todos irían a tomar y comer algo rápidamente por un monto que no alcanzaría ni para cubrir los costos. 



Viajando, a veces escuchamos historias curiosas, insólitas, pero yo muchas veces las deshecho después de haberlas oído porque entre la barrera idiomática y la cantidad de locos que andan por el mundo contando mentiras, o exagerando verdades para que se conviertan en historias relevantes, muchas veces siento que si repitiera la historia estaría contando muy probablemente una patraña, o en el mejor de los casos, una verdad a medias.
Resultó ser que el sistema del café donde se paga por minuto era tal cual me lo habían descrito, y ahora parece ser que esos lugares se están poniendo de moda en las ciudades grandes de Rusia e incluso en Ucrania.

Entrar a uno de estos lugares cuesta entre uno y dos rublos por minuto, depende de la ciudad. En Moscú ya hay una cadena, se llama Циферблат (palabra de origen alemán –Zifferblatt- que significa la esfera del reloj), el minuto cuesta dos rublos (unos cuatro dólares la hora) , y después de la primera hora, el precio se reduce a la mitad. La página de internet (sólo en ruso) es http://ziferblat.net

Cafés para relajarse, pasar un buen rato y cero estrés.

Los cafés tienen asientos cómodos, wifi, no venden alcohol y está prohibido fumar.  Esto último, es un hecho casi milagroso en Rusia, país hostil para no fumadores como pocos en el mundo.

En estos locales, también llamados “anticafés”, hay juegos de mesa como ajedrez y backgammon, y uno se puede servir todas las veces que desee café, té, galletitas, tortas, etc. También, si uno quiere, puede llevarse la propia comida, esto permite que la gente se reúna para celebrar cumpleaños y eventos de ese tipo. En los últimos meses han aparecido cafés con el mismo estilo pero donde ofrecen videojuegos y karaoke.



Obviamente, el público en general es gente relajada, y con ganas de cultivar el espíritu mediante largas charlas. Más que comprar tiempo, como podría interpretarse en una primera lectura, la idea es bajar un cambio, apoltronarse, disfrutar del diálogo y la buena compañía, y no mirar la hora.    

jueves, 21 de marzo de 2013

¡No toquen a Chipre!


Debería ilustrar estas líneas con un oligarca ruso apuntándole con un Kalashnikov a los popes de la Unión Europea (UE) que pretendían que Chipre aprobara una ley para cobrarles un impuesto a los titulares de cuentas bancarias (de entre el 6,75 y 9,9 % según los montos de los depósitos), con el fin de evitar la quiebra del sistema financiero chipriota.
Desde hace un par de días me ha sorprendido la difusión que tiene la noticia en Rusia, e incluso es muy probable que los rusos pongan la plata para el rescate.

En Chipre hace varios días que los bancos están cerrados.

Hay un dato que no tengo manera de confirmar, pero ya lo leí en varios artículos: ¡el 40 por ciento de los titulares de cuentas bancarias en Chipre son rusos! Dicen que mientras el parlamento chipriota estaba reunido debatiendo qué hacer, una gran cantidad de magnates rusos esperaban a pocos kilómetros en sus jets privados, listos para retirar los depósitos en caso de que se aprobara lo que hubiera sido una especie de corralito, una medida durísima que nunca se barajó cuando se analizaron distintas opciones para salvar a otros insolventes europeos: Grecia, España, Irlanda y Portugal.




¿Y por qué a Chipre con los tapones de punta? Los rusos dicen que la única razón es que como el 40 por ciento de los afectados serían rusos, se hace más fácil implementar una medida tan dura. Pero además, los rusos están furiosos porque creen que la UE se basa en el lema de “ladrón que roba a otra ladrón, tiene 100 años de perdón”, argumentando que en cuentas chipriotas hay depositadas fortunas mal habidas (sobornos, juego clandestino, tráfico de uranio, etc).
La verdad es que Chipre es una especie de paraíso fiscal, la Suiza rusa, los bancos ofrecen anonimato y grandes facilidades para hacer negocios, y llevar la plata a esa isla es una gran tentación, porque el impuesto a sociedades es de apenas el 10 por ciento, cuando en Rusia es del 60. El Banco Central ruso informó que Chipre es el principal destino de las inversiones rusas en el extranjero.

La maniobra que se hace es de una ingeniería financiera bastante difícil de explicar e incluso de entender para quienes no estamos en ese mundo, pero según me explicaron, las empresas rusas mandan la plata a petroleras de Chipre, y después ese dinero es “repatriado” a través de inversiones en compañías rusas que operan en todo el mundo.

Con 30.000 millones de dólares de empresas y particulares rusos depositados en Chipre (una cifra impresionante, que, por ejemplo, equivale al 75 por ciento de todas las reservas que hoy tiene el Banco Central argentino), es lógico que en estos días, el país más grande del mundo mire a Chipre -una isla cuya superficie es apenas la octava parte de la provincia de Entre Ríos-, como si fuera el ombligo del mundo.  

sábado, 16 de marzo de 2013

Maslenitsa, la semana de los panqueques


En estos días se celebra en Rusia la Maslenitsa, es una fiesta pagana que dura siete días y siempre tiene lugar en la semana que antecede a la Cuaresma en el calendario de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Algunos la llaman el carnaval ruso.
Más allá de la connotación religiosa, la fiesta popular existe desde hace miles de años, cuando el cristianismo aún no había llegado a Rus y los pueblos eslavos eran paganos.
Como no podía ser de otra manera, el origen tiene que ver con una petición a los dioses, especialmente a Yarilo, dios del Sol, para que ahuyentara el cruel invierno y permitiera que llegara con fuerza la primavera. De ahí, según me explicaron algunos rusos, que los famosos blinis (panqueques) cobren especial relevancia, ya que por su forma y color (redondos y dorados), representan al Sol. Pero además, como están prohibidos los productos cárnicos, los blinis, por sus ingredientes, se adaptan perfectamente a la ocasión (la palabra maslenitsa proviene de masla, que en ruso significa manteca y también aceite).
 Panqueques para todos.

Cada día de la celebración tiene un nombre, rituales y diferentes actividades, especialmente para los chicos (día de los dulces, día de los paseos, de los juegos, etc), pero siempre están presentes los panqueques y en grandes cantidades.

Pasaron los siglos y la Maslenitza siempre mantuvo su popularidad. Históricamente, los campesinos celebraban el carnaval ruso con viajes en trineo por rampas de hielo, paseos en caballos engalanados para la ocasión, representaciones teatrales con personajes disfrazados y pantagruélicas comidas. La celebración termina un domingo con “el día del perdón”, día en que los rusos se perdonan todo y queman un muñeco de paja al que le agregan los blinis que sobraron. 




La quemazón puede parecer anacrónica en estos días, ver gente que se alegra por el daño que causa el fuego puede parecer violento, pero la verdad es que congregarse un día de invierno alrededor de una fogata crea un clima fraternal, ameno, una atmósfera ideal para perdonar y ser perdonado por las ofensas y diferencias a lo largo del año. La hago corta, ¡me voy a comer unos blinis!  

domingo, 3 de marzo de 2013

Gorbachov, ¿héroe o traidor?


Ayer 2 de marzo cumplió 82 años Mijail Gorbachov, el último presidente de la Unión Soviética.  El presidente ruso Vladimir Putin le mandó un mensaje y le dedicó unas amables palabras, alabando las tareas sociales y benéficas que desarrolla el ex líder soviético a través de la fundación que lleva su nombre.  La salutación parece calmar las aguas tras el encontronazo que habían protagonizado hace un año y pico, cuando Gorbachov acusó a Putin de fraude en el triunfo electoral, y el presidente ruso le tiró con artillería pesada recordándole el desastroso fin de la URSS: “Había que luchar por la integridad territorial de nuestro Estado de manera más insistente, consecuente y osada, y no esconder la cabeza bajo la arena dejando el culo al aire”, dijo Putin, en alusión a la facilidad con que muchas regiones lograron independizarse de la URSS. En varias de esas nuevas naciones, especialmente en Asia Central, la realidad es que hoy por hoy, la población vive mucho peor que hace 25 años, y cada vez más gente de esos países intenta probar suerte en Rusia, donde ya viven en la ilegalidad millones de uzbekos y tayikos.

Perestroika (reestructuración), la palabra rusa mundialmente conocida para explicar el fin de la URSS.  

Un paralelismo con Maradona



Describir la imagen de Gorbachov en la Rusia moderna es tan difícil como decir qué opinan los argentinos de Maradona. Todo depende de con quién hables.
Pero admito que antes de venir a Rusia, tenía la idea que de alguna manera me había inculcado el mundo occidental sobre Gorbachov, o sea, bastante positiva, pero escuchando a los rusos, esa imagen se transforma radicalmente y diría que la mayoría ve con desprecio e indiferencia la figura del hombre que permitió la desintegración de la URSS. Creo que todo se podría resumir en que Gorbachov se equivocó demasiado, y cuando un político comete demasiados errores, en la memoria colectiva no hay lugar para recordar sus aciertos.


Perestroika, "este es el apoyo del arte vivo de las masas", reza la estampilla de 1988.

Reproches

La mayoría le reprocha no haber medido las consecuencias de la perestroika, en otras palabras, no haberse preguntado qué pasaría con esas millones de personas que vivían dignamente cobijados por el comunismo cuando llegara el capitalismo.  Y están quienes directamente lo tildan de traidor por haber destruido un imperio, argumentando que la llegada de la democracia era posible por un camino menos cruel.  
Una amiga me dijo que “a pesar de todos sus errores, reconozco que al menos  no nos hizo pasar vergüenza en el exterior, como fue el caso de Yeltsin, un político extravagante y protagonista de varios papelones, muchas veces por haber estado borracho, como el día en que se negó a bajar del avión para reunirse con el Primer Ministro de Irlanda, o la vez que hizo música con cucharas golpeándolas reiteradas veces en la cabeza del presidente de Kyrgyzstán, Azkar Akayev.  

Es notable que una de las cosas que más recuerdan los rusos de los tiempos de Gorbachov sea la ley seca que se había aprobado en 1985.

Una ley seca en un país famoso por su cultura alcohólica puede desencadenar hechos inimaginables. La primera ley seca en la historia de Rusia la había decretado el zar Nicolás II, en 1914, con la intención de que toda la producción de alcohol del país se destinara a hospitales de campaña durante la Primera Guerra Mundial. El zar y su familia fueron asesinados por los bolcheviques en 1918, pero la vigencia de la ley se mantuvo hasta 1925.

La decisión de Gorbachov de restablecer la ley seca seis décadas más tarde trajo consecuencias desastrosas no sólo para su popularidad política, sino también para la salud pública del país. Ante la imposibilidad de conseguir alcohol, la gente empezó a tomar cualquier cosa que fuera capaz de embriagarlos. Aunque parezca increíble, durante esos años miles de personas murieron tras beber colonias baratas, anticongelantes para motores e incluso líquidos limpiavidrios. El caos fue tal que las farmacias tuvieron que suspender la venta de alcohol y el vodka se convirtió en el instrumento clandestino de canje más valioso. La llegada de Yeltsin en 1992 dejó sin efecto la ley, pero el daño ya estaba hecho, y además, en el sur de Rusia, se destruyeron grandes plantaciones de vid.


Gorbachov, "Hombre del año" para la revista Time, año 1988, tiempos en que Occidente se relamía cuando se avecinaba el fin de la URSS.


Quizás el paso del tiempo mejore la imagen de Gorbachov en Rusia, especialmente cuando haya desaparecido la generación que sufrió la miseria de la década del 90. Pero deberán pasar unos cuantos años.

sábado, 23 de febrero de 2013

23 de febrero, "Día del hombre" en Rusia


Hoy se celebra en Rusia el “Día del defensor de la patria”,  pero en realidad, la solemnidad del nombre pierde fuerza frente a la realidad, ya que en la práctica, es “El día del hombre”.
En los tiempos de la Unión Soviética, se llamaba “Día del Ejército Rojo”, pero hace casi 20 años lo rebautizaron, una de las tantas adaptaciones que tuvo que hacer este país tras la caída de la URSS.
La celebración está considerada como la versión masculina del 8 de marzo (Día internacional de la mujer).
En un país donde la mujer es halagada constantemente, y donde lo normal es que el hombre se haga cargo de todos los gastos en cada salida, el hecho de que hoy los roles se inviertan, convierte al 23 de febrero en un día bastante curioso.
Los nuevos rusos no son pocos, y para ellos hay algunas ofertas bizarras para celebrar su día, por ejemplo un vuelo de tres horas a la estratósfera en un caza a reacción Mig-29, a velocidad ultrasónica y con acrobacias del piloto incluidas: precio: 20.000 dólares; un paseo de cuatro horas en un tanque de guerra, atravesando bosques y disparando artillería del tanque: 2.500 dólares.  

Un vuelo de tres horas a la estratósfera, a 22 km de altura, en un Mig-29, por 20.000 dólares.




En 1922, se declaró el 23 de febrero "Día del defensor de la patria". 


El rol de la mujer


Rusia es un país donde la mujer sigue ocupando un lugar irrelevante en la escala social. Con el riesgo de cometer la injusticia que implica toda generalización, no es descabellado afirmar que en la vida cotidiana, en Rusia los hombres hablan de negocios mientras las mujeres hablan de amor y sueñan con una boda espectacular.  Una chica de más de 25, soltera, muchas veces es vista como alguien a quien se le pasó el arroz, y la edad se reduce mucho más en ciudades pequeñas y pueblos.
Después de haber visto, por ejemplo, el movimiento emancipador de las mujeres alemanas, tan obstinadas (a veces rozando el ridículo) en la lucha por la igualdad de sexos hasta el extremo de ofenderse por un acto de cortesía como el de abrir una puerta para que la dama pase primero, Rusia es un viaje al pasado en ese aspecto. En este país, la mujer sigue esperando esos gestos de caballerosidad, ya sea que su pareja le abra la puerta del taxi antes de bajar o acuda a la cita con un ramo de  flores (pero cuidado, siempre un número impar, los rusos son muy supersticiosos y los números pares sólo son para funerales).  Los hombres parecen regodearse en ese rol de complacer a su media naranja.






Ser mujer en la Rusia moderna es bastante duro. Por eso se ha formado el “Partido para las mujeres rusas”, que comenzó como un movimiento de lucha para recuperar los beneficios perdidos por las mujeres tras la caída de la URSS. En los años de la Unión Soviética, el 92 por ciento de las mujeres tenía trabajo (la mayoría media jornada), la licencia por maternidad era de casi cuatro meses con el 100 por ciento del sueldo, más un año de licencia sin goce de sueldo.
Hoy en día, esos beneficios se han reducido notablemente, los hombres ganan más, a veces mucho más, entre un 35 y un 40 por ciento, las mujeres suelen ser las primeras despedidas en caso de reducción de personal, sigue habiendo muchos casos de despidos por embarazo  (aunque la ley lo prohíba), y un tercio de las mujeres rusas mayores de 45 años dice que vivirían mucho mejor si hubieran nacido hombre. En la Duma, el parlamento ruso, en la Cámara Baja las mujeres ocupan el 13 por ciento de las bancas (un porcentaje bajo comparado con Argentina (37 %), pero aceptable, por ejemplo, frente a Brasil (8%).
Las buenas migas entre el gobierno de Putin y la Iglesia Ortodoxa tampoco favorecen la posición de la mujer, el clérigo desacredita las ideas de igualdad de género y pugna por un “renacimiento espiritual de Rusia”. O sea, la mujer en casa y criando a los hijos, y el hombre trabajando...Y obviamente, ¡los domingos a misa! Un proyecto más que ambicioso por parte de la Iglesia, considerando que hasta hace algo más de dos décadas, en el colegio se enseñaba una materia llamada "Ateísmo".

viernes, 15 de febrero de 2013

Rusia, tierra de fumadores


Llevo seis meses viviendo en Rusia y la verdad, cada vez me gusta más. Pero hoy voy a escribir sobre uno de los aspectos en los que este país pierde puntos: el cigarrillo.
Rusia sigue siendo uno de los pocos lugares del mundo donde se puede fumar en cualquier lado. Prácticamente no hay ningún tipo de restricciones, se fuma en bares, restaurantes, oficinas públicas, etc. El precio promedio de un atado de 20 es de 1,50 dólar. Si bien existen campañas del tipo “fumar mata” en los paquetes de cigarrillos, son medidas irrisorias mientras no haya una política de Estado que acompañe.
El otro día estaba en The Hat, uno de los bares de San Petersburgo que más me gusta. Todas las noches tocan bandas de jazz, la entrada es gratuita y como suele suceder en estos casos, las bebidas son un poco más caras (una cerveza 5 dólares); me senté en la barra y me di cuenta de que yo era el único no fumador en un grupo de 15. Le pregunté a una amiga si conocía algún bar para no fumadores en esta ciudad de cinco millones de habitantes, y me dijo que el único que conocía se fundió.
Hace 11 años que en Rusia se presentó un proyecto de ley para prohibir fumar en lugares públicos, y una y otra vez ha sido cajoneado. En mayo del año pasado parecía que avanzaba, pero apenas 48 horas después de haber sido presentado por el Ministerio de Salud, que incluso publicó el proyecto de ley en su página de internet, fue retirado para “seguir siendo elaborado”, por recomendaciones de los Ministerios de Comercio y Desarrollo Económico, de Industria y Comercio, y de Agricultura. Obviamente, las razones son claras: una estricta ley antitabaco traería consecuencias desastrosas para el sector.
Mientras hacen lobby, Philip Morris y British American Tobacco dicen que incluso peligrarían un millón de pequeños establecimientos que en gran parte subsisten gracias a la venta de cigarrillos. Después de China, Rusia es el segundo país del mundo en el mercado de las tabacaleras. El 65 por ciento de los hombres y el 25 de las mujeres fuman, y la mayoría empieza entre los 15 y los 18 años.



Quiosco de cigarrillos en San Petersburgo.



Se triplicó el porcentaje de fumadoras en dos décadas


Pero acá viene el dato más interesante: durante los años de la Unión Soviética, solamente fumaba el  siete por ciento de las mujeres (el porcentaje de hombres era similar al de ahora, apenas un cinco por ciento menos), es decir que se ha triplicado el número de mujeres fumadoras. Durante la URSS, no existía publicidad de cigarrillos, pero cuando cayó el comunismo, Philip Morris, American Tobacco y Japan Tobacco International invirtieron 1.700 millones de dólares en promover “el estilo de vida occidental”, espeialmente tratando de conquistar al público femenino. Mientras tanto, se quedaron con el 60 por ciento del mercado tabacalero una vez privatizado. La campaña fue tan agresiva, que en 1992, en Moscú, la mitad de las gigantografías y el 75 por ciento de las bolsas de supermercados contenían publicidad de cigarrillos. E incluso el diseño de algunos paquetes, más que cigarrilos parecen perfumes, a veces con gran predominio del rosa, para atraer a las adolescentes.




La primera, tercera y sexta imágenes son avisos de cigarrillos, las otras de perfumes.


El eslogan dice algo así como "si no se puede, pero tengo muchas ganas, entonces se puede...".


La epidemia del cigarrillo es alarmante. Rusia es un país enorme que apenas tiene 142 millones de habitantes, una tasa de natalidad cada vez más baja y en el que la mitad de las muertes de hombres están relacionadas con el cigarrillo. Si el número de mujeres fumadoras sigue aumentando, las consecuencias demográficas serán desastrosas en una nación que si bien está lejos de los niveles de “envejecimiento poblacional” de los países europeos, necesita gente.
Hace poco, el presidente Putin les dijo a los rusos que “para que nuestro país sea fuerte, cada familia debería tener tres hijos”, tarea nada sencilla en una nación donde no abundan las ayudas del Estado y buena parte de la población no gana más de 800 dólares por mes.
Mientras tanto, mi consejo para no fumadores que estén pensando en venir a Rusia es  memorizar la frase “ia nie kúriu” (yo no fumo), porque no hay día en que algún ruso no te pare por la calle para manguearte fasos. 

domingo, 20 de enero de 2013

Me mudé a una kommunalka


Empecé el 2013 con una mudanza más, ahora vivo en una kommunalka, en el centro de San Petersburgo. Uso la palabra rusa porque es imposible encontrar un equivalente en español, la más cercana sería comuna, pero sin explicaciones no se entendería el significado.

Es una especie de departamento compartido, pero con algunas curiosidades que vale la pena contar. En principio, cada pieza es autónoma, con su cerradura y medidor de luz. Por ejemplo, cuando uso el lavarropas, que está en el baño, tengo que usar un alargador que atraviesa todo el departamento y lo enchufo en mi pieza, porque en el baño no hay enchufe.

Alquilé la habitación de 20 m2 en pleno centro de San Petersburgo, a 10 minutos a pie de Nevsky prospect, la majestuosa avenida principal de la ciudad. Pago 10.000 rublos por mes (unos 250 euros) más unas chirolas de luz y gas, y comparto baño y cocina con cuatro personas más (cada uno alquila una pieza).
Otro dato sorprendente es que cada pieza puede tener un dueño diferente. Si yo quisiera comprar la habitación que alquilo, me costaría alrededor de 30.000 euros. No necesito ninguna autorización de los otros propietarios. Este tipo de departamentos no tienen living ni ningún espacio de recreación, sólo un pasillo, los cuartos alquilados, el baño y la cocina. El mobiliario suele ser viejo, pero he visto algunos lugares con hermosos muebles de la época zarista, supongo que milagrosamente rescatados y conservados a través de las décadas.




Históricamente, en cada habitación de una kommunalka vivía una familia. Poco a poco se ha ido reduciendo el número de familias que viven en una misma pieza, pero incluso hoy, la cifra es considerable, especialmente en las dos ciudades más grandes de Rusia, Moscú y San Petersburgo. En Moscú quedan alrededor de 20.000 departamentos de este tipo, y acá en San Petersburgo unos 100.000, con alrededor de 700.000 personas viviendo en ellos, o sea, el 15 por ciento de la población de la ciudad. El mismísimo presidente Putin creció en una kommunalka, y si bien dijo que quería erradicar ese tipo de viviendas de su ciudad natal, lejos está de lograrlo; hasta el 2005, el 70 por ciento de los edificios de San Petersburgo eran kommunalkas.


Familia en una kommunalka, ¡con perro y todo! 

En los tiempos de la Unión Soviética, en un departamento como en el que vivo, de cinco habitaciones, a una media de cuatro integrantes por familia, significaba que unas 20 personas tenían que compartir baño y cocina. Eso obligaba a tener en la vivienda un estricto sistema de espacios y horarios, cada familia sabía a qué hora podía ducharse, cocinar, etc. Si a esto se le suma la diversidad social y cultural de los vecinos, no es difícil imaginarse la cantidad de conflictos que existían en la vida cotidiana. Las discusiones entre familias siempre derivaban en un empeoramiento de la calidad de vida. Son varios los casos de kommunalkas sin iluminación en los pasillos, porque en tiempos de vacas flacas, un derroche de electricidad terminaba en una discusión (salvando las distancias, un problema parecido al de algunos PH en Buenos Aires, donde por no pagar expensas las entradas son un desastre). O sea que por las noches, para recorrer los 10 metros hasta el baño a través del pasillo, era habitual alumbrarse el camino con una linterna o vela.

El pasillo, único espacio común, aparte de la cocina y el baño...

Las consecuencias de crecer en este tipo de viviendas son tema de estudio de psicólogos y sociólogos, pero suelen citarse casos de niños que maduraron rápidamente y se volvieron autoritarios debido a sus infancias truncadas, y chicas que se hicieron señoritas antes de tiempo con el afán de cambiar de hábitat lo antes posible.

Por otra parte, hay un aspecto que me parece que no está muy estudiado, y es el de la obsesión de los rusos por tener una dacha, una casa de campo en las afueras de la ciudad. Más allá de la pasión de los rusos por la naturaleza, creo que el hecho podría estar vinculado con la búsqueda de paz tras décadas de falta de intimidad.

Origen

Los departamentos (generalmente en edificios de cuatro o cinco pisos, y raras veces con ascensor) usados como kommunalkas forman parte de dos períodos diferentes en la historia de Rusia. La mayoría de las construcciones tiene alrededor de 150 años, y algunos están en un estado calamitoso. Eso sí, muchos de ellos en pleno centro.

Esta tiene ascensor, un lujo, generalmente no hay.

Después de la revolución de 1917, gran cantidad de viviendas quedaron vacías por la emigración de familias pro zaristas que abandonaron todo escapando de los “Rojos”, y otras tantas del hambre. Pero una década más tarde, el régimen comunista decidió usar esas viviendas imponiendo el sistema de kommunalkas como política de Estado, debido a la crisis habitacional que empezó en Rusia en los años 30 a causa de las colectivizaciones agrarias stalinistas (nacionalización de tierras, o abolición de la propiedad privada, como se lo quiera llamar), cuando se produjo una huida descontrolada y caótica desde zonas rurales hacia las grandes urbes. Pero la idea de “comuna” también responde, obviamente, a la doctrina igualitaria del comunismo, como un espacio de destrucción de las condiciones de vida burguesas. Un departamento de, por ejemplo, cuatro habitaciones para una sola familia, era considerado una inconsistencia. Los casos de revanchismo estaban a la orden del día, los obreros recién llegados a la ciudad recibían las mejores habitaciones, y los ex dueños eran confinados a vivir en cuartos de servicio.  

Las condiciones de hacinamiento tarde o temprano generaban tensiones y discusiones entre vecinos e incluso entre miembros de una misma familia, que eran aprovechadas por los servicios de Inteligencia del stalinismo; las delaciones eran frecuentes, y un comentario fuera de lugar en voz alta podía costarle la vida a alguien.
Las cocinas suelen tener muebles que habitualmente son piezas de museo. 

El poeta ruso Joseph Brodsky, ganador del premio Nobel en 1987, pasó su infancia en una kommunalka, y  escribió: “A pesar de todos los aspectos despreciables de este modo de existencia, un departamento comunal también tiene su lado redentor. Se descubren los valores básicos de la vida, y se desnudan todas las ilusiones sobre la naturaleza humana".
Hay algunos pocos que piensan que la vida en una kommunalka era un buen aprendizaje, no son muchos, pero los hay, quizás en un porcentaje similar al de argentinos que sostienen que la colimba era una buena escuela.

El tema de las kommunalkas fue llevado al cine un par de veces, acá está el tráiler de la última película que se hizo, dirigida por Françoise Huguier:

http://www.youtube.com/watch?v=UTah7tf2iUs

viernes, 4 de enero de 2013

Cómo tomar un taxi en Rusia


Tomar un taxi en Rusia es una de las cosas que más me ha sorprendido. En principio, porque la supremacía de taxis truchos frente a los oficiales es abismal. No tengo los datos de San Petersburgo, donde estoy viviendo, pero sí de Moscú: se calcula que existen 15.000 taxis oficiales y 45.000 ilegales.
Los taxis no son caros. Un taxi oficial desde mi casa al aeropuerto (15 km) cuesta  540 rublos (18 dólares).
El hecho de que en Rusia cualquier auto pueda ser un taxi es un fenómeno que parece haber comenzado en los años 90, cuando el colapso de la Unión Soviética obligó a millones de personas a buscarse la vida de cualquier manera. Desde entonces, ha sido difícil regular el sector.
Un dato curioso es que desde 1917 a 1929, tras la Revolución de Octubre, desaparecieron los taxis en Rusia, porque los autos fueron confiscados para uso del Ejército Rojo y del gobierno.
Para tomar un taxi en Rusia, lo único que hay que hacer es pararse en la calle y hacerles señas a los autos, ¡a todos los autos! Es como viajar a dedo pero dentro de una ciudad, y obviamente pagando.
En pocos minutos se detienen varios coches y se negocia el precio, los regateos duran un par de minutos y más de una vez, un segundo auto se estaciona detrás, esperando “el fracaso de las negociaciones con el primero”. Muchos de los taxistas son de Asia Central, especialmente de Tayikistán, inmigrantes que muchas veces no conocen la ciudad y a los que hay que explicarles cómo llegar. Por supuesto, cuanto mejor uno hable ruso, más barato el precio.
 Los modelos van desde autos modernos hasta los históricos Lada, sobrevivientes de la URSS. El riesgo es cero. En los meses que llevo acá, nunca he oído de alguien que haya tenido una mala experiencia, ni he escuchado un insulto por no llegar a un acuerdo en el precio. Incluso he visto a chicas solas, a las 4 de mañana, subirse a un auto donde ya había otro pasajero. Si el destino es el mismo, no hay problema.
La seguridad en Rusia es envidiable. De hecho, yo vivo en el centro y la puerta de calle de mi edificio no tiene llave, está siempre abierta. De vez en cuando algún borracho se mete y duerme en la entrada, nadie dice nada.  
Leí que en 2012 entró en vigencia una regulación para limitar la cantidad de taxis truchos. Con mi rudimentario ruso se lo comenté a un taxista de Turkmenistán, y me dijo que es imposible, y me lo graficó así: “Si ahora nos para la policía, como este auto no tiene identificación de taxi, no hay forma de demostrar que yo te estoy cobrando, les decimos que somos amigos y listo. ¿Somos amigo, no?, me preguntó poniendo cara de Robert de Niro en Taxi Driver, me guiño un ojo y se rió.  

Taxis en el mundo

A la hora de contar anécdotas sobre viajes en taxi, la mayoría de los taxistas no salen bien parados. Sin embargo, la verdad es que en esa situación potencialmente tensa, donde dos desconocidos que no compartirían un momento de sus vidas en otro ámbito viajan juntos en  un reducido espacio durante un rato, generalmente hay un final feliz –el pasajero llega a destino y el taxista se gana unos mangos-.
Un viaje en taxi en otro país es, habitualmente, una situación en la que existe un alto riesgo de ser estafado, pero raras veces peligrosa más allá del sobreprecio. Al fin y al cabo, matar o violar turistas en gran parte del mundo sería casi como atentar contra la gallina de los huevos de oro.
Sin embargo, los engaños suelen tener distintos ribetes. En Bangkok, por ejemplo, existen los famosos Tuc Tuc (motos viejas convertidas en triciclos con toldos), los conductores ofrecen viajes a precios irrisorios pero en vez de llevarte directamente al lugar indicado, durante el trayecto hacen varias “paradas” en joyerías y sastrerías, te hacen bajar unos minutos para que al menos eches un vistazo y, si el turista muestra un mínimo interés en comprar algo, al tipo le dan unos vales que puede cambiar por combustible.
En India, observé varios casos sobre los conocidos “arreglos” entre taxistas y dueños de hoteles de mala muerte; el taxista ofrece un viaje a un precio muy bajo, y recurriendo a distintas artimañas lleva al pasajero al hotel del amigo. Este truco incluso puede afectar a turistas que ya tienen reservado un hotel, porque, por ejemplo, si vas a Agra, la ciudad donde está el Taj Mahal,  y le decís al rickshaw “llevame al hotel Gandhi”, que está recomendado por una guía de viajes, el tipo te lleva efectivamente al Gandhi, pero no al que vos querías, sino a un hotel con el mismo nombre creado especialmente para “cazar” turistas que se basan en las recomendaciones de guías de viaje.
En New York, a una amiga el taxista le trabó la puerta tras haber pagado, y no la dejó bajar hasta que le dio una propina. En Cuba, lo que importa no es el precio sino el placer de hablar con un cubano en un lugar donde nadie lo puede escuchar, y en Buenos Aires, se sabe, son innumerables los casos de turistas estafados en el viaje desde el aeropuerto al centro. No veo solución al problema hasta que exista un tren que una Ezeiza con el centro porteño. Por otra parte, a favor de los tacheros porteños hay que decir que amenizan los viajes con jugosas conversaciones.
En Colombia, me sorprendió la honestidad de los taxistas y me gustó  el sistema del aeropuerto de Bogotá (hay una ventanilla, indicás el destino, te dan la tarifa, te asignan un auto, y se le paga al conductor la tarifa prefijada al llegar a destino).
En China y Japón casi todos los taxis tienen tv, pero los taxis japoneses tienen un detalle: la puerta del pasajero se cierra y abre automáticamente.
En Alemania pasé siete años y no tengo ninguna anécdota ni recuerdo de viajes en taxi, lo que ratifica la teoría que demasiado orden puede llevar al aburrimiento y la depresión. 



Tuc Tuc en Bangkok.

Taxi en Tokyo.


Rickshaws en Jaipur, India.

miércoles, 2 de enero de 2013

2013 en Rusia

Después de varios meses sin escribir, retomo el blog. Como bien me hizo ver un amigo, el paso del tiempo hace que se pierdan o desvanezan algunas vivencias, y si de vivencias hablamos, pasar un invierno en Rusia no es moco de pavo.
Siempre le doy vueltas al tema de lo que merece ser contado en un blog, qué calidad y contenido deben tener esas líneas que le robarán unos minutos al amigo lector. Pero parece que no se trata de eso, que en este tipo de publicaciones reina el pragmatismo, y así como a los Coelho no les tiembla el pulso a la hora de escribir y facturar con libros que ayudan (o pretenden hacerlo) a alcanzar la felicidad, al bloggero poco debe importarle la satisfacción del lector. Al fin y al cabo, a caballo regalado....
Y si de dinero hablamos, pagar no siempre garantiza el placer. No sólo ocurre con los libros (me vienen a la memoria los 400 pesos (mal) gastados -más varias horas hasta completar las casi 1.000 páginas- en "1Q84", la última basura de Murakami. El concepto del pago no garantizador de calidad o placer es aplicable a casi todo: restaurantes, ropa, cines, teatros, e incluso a las putas. Escribo putas y me viene a la mente la célebre frase de aquel extraordinario futbolista norirlandés del Manchester United, George Best: "He gastado mucho dinero en alcohol y mujeres, al resto del dinero, lamentablemente lo he malgastado". Best murió de cirrosis a los 59 años, su país le perdonó excesos y errores y lo homenajeó bautizando con su nombre el aeropuerto de Belfast.

Empecé el 2013 en San Petersburgo, a las 2 de la mañana miles de personas se congregaron cerca del Hermitage, frente al Río Neva, para observar un decoroso show de fuegos artificiales. Todo muy pacífico, con poca pirotecnia, y una cantidad de borrachos muy inferior a la esperada, al igual que el frío, desaparecido hace varios días. El año nuevo comenzó con 2 grados sobre cero, después de haber tenido 20 bajo cero hace dos semanas. El ascenso de la temperatura convierte a la ciudad en más peligrosa y caótica que cuando el "General Invierno" se hace presente, ya que la nieve se derrite y calles y veredas se llenan de
"каша", como le dicen los rusos. каша, metáfora usada para el barro de la nieve derretida, es lo que en inglés se llama porridge y en español, según algunas traducciones, gachas de avena (admito que jamás había escuchado esta palabra hasta que fui a Irlanda, y mis alumnos, cada vez que aprendían vocabulario de comidas, -y desayunaban porridge 365 días por año-, me preguntaban "how do you say porridge in Spanish"?

Las consecuencias de medio metro de nieve que empieza a derretirse son tremendas a la hora de buscar el equilibrio para caminar por veredas convertidas en pistas de patinaje sobre hielo, por no hablar de los pedazos de hielo que caen desde los techos y de vez en cuando matan a algún transeúnte. Se ven muchos cartelitos con la expresión "опасная зона", zona peligrosa. 
La Navidad rusa es el 6 de enero (porque la iglesia ortodoxa usa otro calendario), pero aún así, es mucho menos relevante que el año nuevo.