miércoles, 28 de agosto de 2013

Trepar a los techos, una pasión rusa

Las noches blancas, el Museo Hermitage, las catedrales impresionantes (especialmente la de San Isaac, la que más me gusta), la majestuosidad de la avenida Nevski,  las calles y lugares que transitaban Raskolnikov o el Príncipe Mishkin en las páginas de Dostoevski, el espectáculo de los puentes levadizos sobre el río Neva, todo eso está al alcance de los ojos del turista que visita San Petersburgo. Pero como siempre ocurre, cada lugar tiene sus secretos y costumbres, y una cosa es pasar un par de días, y otra es quedarse a vivir.

Puente levadizo sobre el Neva.


Hace unos días, descubrí un curioso hobby de los rusos. A la salida de un bar, a las 5 de la mañana, unos amigos me invitaron a hacer roofing (del inglés roof, techo), una actividad que consiste en subirse a los techos a cualquier hora y en cualquier lugar, ya sea para tomar un vino, para sacar fotos o simplemente para contemplar la ciudad en silencio, a varios metros de altura. A falta de montañas, buenos son los techos.

"Roofeando".


Que yo sepa, esto sólo se hace en las ciudades grandes rusas, especialmente en San Petersburgo y en menor medida en Moscú, aunque leí que poco a poco el roofing gana adeptos en Ucrania y Bielorrusia.

Como hay muchos edificios cuyas puertas de entrada no tienen llave, es bastante fácil entrar y subir los cuatro o cinco pisos por escalera hasta un ático (no confundir con el ático habitado), para, desde ahí, alcanzar el techo. Lejos de la paranoia causada por la inseguridad en ciudades grandes de algunas partes del mundo, en Rusia a nadie le importa quién sube o baja por las escaleras de un lugar que ni siquiera tiene cerrada con llave la puerta de calle. 

Esto también obedece a razones prácticas, ya que lo que yo llamo puerta, son más bien grandes portones (hay muchas entradas con forma de arcos) que comunican a un patio, donde hay tres o cuatro edificios, que muchas veces también tienen la puerta siempre abierta.



Los roofers suelen ser adolescentes o estudiantes universitarios, se organizan en páginas de internet, y los más experimentados saben cómo llegar a los lugares más inaccesibles, incluso a veces recurriendo a tubos de desagüe.

El monumento a Pedro el Grande en Moscú tampoco se salvó de los roofers.

Un puente en Moscú.



Después están, principalmente en Moscú, los que se aburrieron de los techos y buscan más adrenalina, son los que se trepan a cúpulas de catedrales, a grúas, a monumentos y puentes, lugares de los que, a veces, al bajar, se va directo a un calabozo.

En este vídeo se puede ver un ejemplo de roofing en San Petersburgo: 

  

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