viernes, 2 de agosto de 2013

Odessa, una hermosa ciudad con una extraña forma de pagar el boleto del colectivo

Llevo un par de semanas en Ucrania, país interesante que poco a poco intenta alejarse de Rusia y acercarse a Europa.  Ardua tarea. Casi todo el mundo habla ruso, y aunque una ley declaró al ucraniano idioma oficial hace un año, muy pocos están dispuestos a privar a sus hijos del aprendizaje del ruso, un idioma fundamental en la región. Como si eso fuera poco, el ruso y el ucraniano son muy similares, una persona que sabe ruso entiende sin problemas un 80 por ciento de ucraniano.

Un dato llamativo de Ucrania, donde se ven muchas familias con hijos, es que las estadísticas dicen que debido al alcoholismo y al tabaco, la tasa de mortalidad supera a la de natalidad.
El país es muy seguro, pero difícil para quienes no hablan ruso. Los precios son razonables para turistas y carísimos para los ucranianos. Mucha gente no gana más de 250 euros por mes,  un sueldo que equivale a 200 litros de leche. Los alquileres son caros y es bastante común no solamente compartir departamento, sino también habitación.

Ahora estoy en Odessa, hermosa ciudad de algo más de un millón de habitantes a orillas del Mar Negro, repleta de turistas rusos en verano, famosa por la escalinata que todo amante del cine habrá visto alguna vez en El acorazado Potemkin , o al menos la célebre escena del coche de bebé rodando escaleras abajo, que aparece en varias películas.


La famosa escalinata de Odessa.


Lo primero que hice cuando llegué a Odessa fue visitar el puerto, un lugar legendario del que partieron miles de inmigrantes rumbo a América, entre ellos algunos de mis ancestros. La ciudad tiene un clima privilegiado, con casi 300 días de sol por año, por eso no extraña que unos cuantos extranjeros estén invirtiendo en propiedades. La palabra нотариус (escribano) aparece por doquier en la ciudad. Las condiciones impositivas son muy atractivas y el metro cuadrado en un departamento céntrico apenas supera los 1.000 dólares.

Puerto de Odessa.




El transporte público (pintorescos tranvías, trolebuses y marshutkas, -especie de minibuses muy comunes en Rusia y ex repúblicas de la URSS-)  funciona aceptablemente, con boletos que cuestan entre 15 y 25 centavos de dólar.  Lo curioso de las marshutkas es el sistema de pago, ya que solamente se abona el viaje antes de bajar. Como los minibuses suelen ir abarrotados de gente, los pasajeros que están en la parte trasera, a la hora de pagar, no pueden llegar hasta el conductor (que maneja y cobra), así que la costumbre es que los pasajeros vayan pasando las dos grivnas con cincuenta, con un mensaje que se transmite de boca en boca para indicar el nombre de la parada donde piensa bajar por la puerta trasera. Muchas veces el chofer tiene que darles vuelto, así que se repite el proceso en recorrido inverso con los billetes que pasan de mano en mano. Creo que nadie se baja sin pagar, cosa que resultaría bastante fácil.
A ningún pasajero le dan boleto. Esta quizás sea, desde un punto de vista impositivo, la razón del extraño sistema, ya que no queda ningún registro de la cantidad de gente transportada.   

Tranvía de Odessa.

En los tranvías y trolebuses, el sistema es distinto. Aparte del que maneja (generalmente mujeres) siempre hay un “cobrador”. Curiosamente, y debido a esos inexplicables desvaríos de los idiomas, la palabra rusa para esta función es  кондуктор -conductor-, que en este caso no conduce, sólo se limita a cobrar. Casi todas las personas que hacen este trabajo son mujeres mayores, que a veces parecen jubiladas, trabajo duro en las horas pico, ya que deben desplazarse constantemente para ir cobrándoles a los pasajeros recién ascendidos.


1 comentario:

  1. Che, da para comprar un departamentito en Odessa eh... tobara y 300 días de sol. El único problema es que tendría que apurarme porque con esa tasa de mortalidad, parece medio yeta..

    Extrañaba el blog!
    Siga drug!
    Beso!
    Jesi

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