lunes, 13 de mayo de 2013

Armenia, tierra de monasterios y buena gente


¡Nalbandian! , me dijo el taxista que me llevó al centro de Ereván desde el aeropuerto. Por primera vez escuché a alguien nombrar a un tenista antes que a Maradona o Messi tras decir mi nacionalidad.  Aparte de ser un típico apellido armenio, se nota que fue una familia importante, porque una de las principales avenidas de la capital se llama Nalbandyan.






El taxista se alegró cuando le dije que en Argentina la comunidad armenia tiene su equipo de fútbol, pero cuando le aclaré que el Deportivo Armenio juega en la tercera categoría se desilusionó un poco. A mí me quedó el recuerdo de un gran equipo a fines de los 80, de ascensos maratónicos hasta llegar a Primera, incluso recuerdo que el último partido de Gatti en Boca fue contra Armenio. La memoria boquense lo registra porque en aquel partido Gatti, que ya tenía 43 o 44 años, hizo una de las suyas, calculó mal, se la llevó Maciel y Boca perdió 1 a 0. Después, Pastoriza lo colgó. Nacía la era del Mono Navarro Montoya.

Hablando de fútbol, en el hostel de Ereván conocí a un mochilero inglés fanático de Messi, había estado en el Líbano, donde le regalaron un mate y una bombilla, y me preguntó cómo se usaba. Nuestra infusión sigue conquistando el mundo.

Pocos compatriotas en esta parte del globo, el dueño del hostel me dijo que yo era el tercer argentino en tres años, los dos anteriores habían ido a dar clases de tango.

Interesante Armenia, idioma indescifrable, casi todos hablan ruso, pero inglés poco y nada.
Gente muy amable cuya hospitalidad rompe la barrera idiomática, amantes del ajedrez y del backgammon, buena comida, el mejor cognac del mundo, muy seguro en todas partes y a cualquier hora, precios muy accesibles, paisajes espectaculares, entre ellos el monte Ararat, donde se supone que se posó el Arca de Noé.


Armenios jugando al backgammon.


Cognac armenio.


Salvo que uno sea fanático de los monasterios, esparcidos por todo el país (algunos espectaculares), una semana es más que suficiente para llevarse una impresión de Amenia.
Ereván, con una interesante movida artística -especialmente galerías de arte- es una capital relativamente chica, con algo más de un millón de habitantes, casi un tercio del total del país. Pero según algunos historiadores, es la ciudad más antigua del mundo. El folleto informativo en inglés que regalan en el aeropuerto (plagado de errores ortográficos) , dice que Ereván es 29 años más antigua que Roma, un dato que no es moco de pavo.


Monasterio de Geghard, a 40 km de Ereván.

Es impresionante que la diáspora armenia (8 millones) casi triplique a la población del país. Muchos de estos armenios, que en distintas épocas tuvieron que abandonar su tierra, tratan de regresar e invertir en una economía en auge pero donde la mayoría de la gente gana 200 dólares por mes. El dinero proveniente de la diáspora prácticamente se ha convertido en el motor de la economía.

Genocidio armenio

Del genocidio armenio llevado a cabo por los turcos se habla poco (aunque cada vez más, porque en 2015 se cumplirán 100 años). Hay un museo, algunos monumentos y mucho dolor y resignación frente a la negativa de los turcos a reconocer la barbarie y pedir perdón. En cambio, sí se habla mucho de los problemas con Azerbaiyán, por la disputa de Nagorno-Karabaj (nombre que jamás había oído), una región enclavada en Azerbaiyán pero con mayoría de armenios. El conflicto lleva décadas, pero se acentuó cuando cayó la URSS. Entre 1991 y 1994  hubo una guerra que dejó 30.000 muertos, atrocidades y limpieza étnica por parte de los dos bandos. Finalmente, ganaron los armenios, que expulsaron a la minoría de azerbaiyanos, pero el enclave no puede ser conectado por tierra con Armenia y siguen las negociaciones, y los tiros, frecuentes en la frontera.  

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